24 octubre 2007

Érase una vez una ley

"...una lengua no es una simple manifestación
de la libertad individual, sino que trasciende
los ámbitos personales y se convierte en una
herramienta ineludible para la vida en sociedad."

Preámbulo de la LEY 27/2007, de 23 de octubre, por la que se reconocen las lenguas de signos españolas y se regulan los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas, con discapacidad auditiva y sordociegas.

El BOE del 24 de octubre de 2007 recoge la ley que reconoce, por fín, el derecho de las personas sordas a utilizar la Lengua de Signos Española. Casualmente, es también el Día de las Bibliotecas y se presenta un nuevo programa de actividades adaptadas a Personas con Discapacidad. Así que el primer logro local de la nueva ley, es que en las bibliotecas del Ayuntamiento de Madrid habrá cursos de iniciación a la lengua de signos, intérprete por las tardes, personas sordas signando cuentos a los niños y explicando por qué la suya es una discapacidad invisible.

¡Qué ironías tiene la vida! ¡Un intérprete de lengua de signos en una biblioteca! Si varios sordos necesitaran intérprete a la vez y uno tuviera que quedarse sin él por falta de recursos, sería sin duda el que lo pidió para realizar una actividad cultural. La cultura es un capricho que los sordos nunca han podido permitirse. Nada de conferencias si no son en la asociación, ni de obras de teatro, ni de visitas guiadas en los museos. Entendieron rápidamente que eso no era para ellos. No va a ser tan fácil hacerles cambiar de idea.

Los que trabajaron conmigo en una iniciativa similar aunque mucho más modesta, saben que es un sueño hecho realidad. Si cierras los ojos muy fuerte puede que el sueño vaya a hacerse realidad justo al lado de tu trabajo y con un poco que hayas contribuído a la magia durante el mes, el destino te lo concede. Eso funciona así, seguro. Aunque la versión oficial sea que eligieron esa biblioteca porque en San Blas está el antiguo Colegio Nacional de Sordos y eso convierte al distrito olímpico en una referencia para la comunidad silenciosa. Ése es el motivo de que trabajes en esa junta y no en otra, pero nada más.

Las bibliotecas abren sus puertas a los signos (os llevaréis bien, no suelen hacer mucho ruido). No sabemos qué otras puertas abrirá esta ley, pero de momento podemos celebrar que desde el jueves los sordos estrenan un derecho y los intérpretes una oportunidad.

Enhorabuena a tod@s. Ahora sí: ¡lo conseguimos!

12 octubre 2007

Octubre: Un año de diván

Viena, mayo de 2006. Con motivo del 150º Aniversario del nacimiento de Sigmund Freud se inaugura la exposición "El diván: sobre el pensar en postura tumbada". Según los organizadores, el mueble fetiche del psicoanálisis:
"...es un instrumento terapéutico que abre una amplia gama de estados psíquicos y de conciencia, entre el sueño y el despertar, entre el exceso, la extravagancia y el riguroso control moral, fomentando la libre asociación y la creación poética..."

¿Qué tipo de pulsiones ocultas llevan a alguien a crear un blog cuando ni siquiera sabe lo que es? ¿Tal vez un complejo de Electra no resuelto?¿un conflicto psíquico que ha preferido sublimarse a través de una página web antes que convertirse en histeria? Mi formación cognitivo-conductual y mi sentido común me sugieren explicaciones más prosaicas: la mejor forma que encontré de matar el aburrimiento un festivo nacional fue iniciarme en Blogger con una guerrillera hermana mía (lo cual dice muy poco en favor de las fiestas del Barrio de la Pili que este año van a tocar fondo sin que los Merinos hayan podido remediarlo).

Siempre me pareció que esos rectos divanes de las consultas de los psicoanalistas transmitían la misma frialdad que las mesas de los dépositos de cadáveres. El terapeuta te invita a reclinarte mientras se dispone, cual forense, a hacerte la autopsia emocional sin anestesia. "Mire su trauma, lo tiene enquistado justo aquí. Acérquese un poco a la luz que se lo extirpo."

De poder materializarse, mi diván tendría un diseño cálido y acogedor como éste. El único confortable para esos que, da igual tumbados que sentados, somos incapaces de resistir el impulso de enroscarnos sobre nosotros mismos. Para los que padecemos esta extraña discapacidad una silla convencional puede llegar a convertirse en un instrumento de tortura en el que ir alternando nuestro amplio repertorio de posturas imposibles. Transcurrido el tiempo de rigor que no suele exceder los cinco minutos, procedemos a subir los pies, flexionar las rodillas y rodearlas con los brazos (hasta que nos duele la espalda), sentarnos sobre una de las piernas que hemos conseguido doblar ingeniosamente bajo el trasero (hasta que ya no la sentimos y hacemos lo propio con la otra), emular el estilo indio con el que ambas piernas se duermen a la vez (produciendo simpáticos cosquilleos y trágicas consecuencias para la verticalidad) o ponernos de rodillas sobre el asiento e hincar los codos en la mesa (típica del estudio) para apoyar después los antebrazos y, acto seguido, la cabeza que también se nos quedará dormida. Cuando nuestra cabeza despierte, el resto del cuerpo aún no lo habrá hecho y puede que no lo haga nunca o que nos duela para siempre.

Sin embargo, un sillón así te permite enroscarte y desenroscarte a tu antojo pudiendo adoptar múltiples posturas cómodamente. Algunas tan freudianas como la posición fetal (ideal para ver películas) y otras, cabeza abajo y con los pies sobre el respaldo, capaces de colocarte gratis y transportarte momentáneamente fuera de este mundo. Un diván basculante en el que mecerte mientras divagas. Así sería sin duda, el diván de Ladycaña.

De momento, no es más que un cibersofá en el que sentarse a dar fe de esas ocasiones en las que la realidad supera a la ficción, desvelar la auténtica personalidad de esos seres fantásticos que van por la vida disfrazados de gente corriente (vuestros superpoderes os delatan) o fabular con los atisbos de magia que es posible vislumbrar durante el día o la noche. Y de algún modo, es una forma de practicar la hospitalidad de antaño. Tal vez sea cierto y este rincón virtual surgiera del deseo inconsciente de volver a ejercer de anfitriona. Hoy celebro que vuestras visitas hayan sido muchas más de las que cualquier espacio físico podría permitirme.

Bienvenidos