03 enero 2008

Corazón de Mudanza

La nueva vida se llama Aaron.
Cuando él nacía yo resucitaba.

Empezaba a creer que me había especializado en terminar los años mal y empezarlos peor, pero parece que el maleficio ha dejado de hacerme efecto. Caroline, deja su trabajo y me lo pone en bandeja (si ella te recomienda, la entrevista es puro trámite). Así me ha nacido una nueva vida en este enero de 2008, exactamente el mismo día en que murió la que tuve hasta hace dos años. Para comprender al destino hay que tener buena memoria.

Todo esto se desencadenó antes de terminar el 2007, cuando me desprendí de ese móvil al que odiaba, legándoselo por fín a Gabuto, tras someterlo a una limpieza integral de todos sus componentes, chacras incluídos, para eliminar las malas vibraciones que siempre le atribuí (si le ha quedado algo de mal rollo seguro que el Comando G lo neutralizará). Esto me dió la oportunidad de verificar una hipótesis que Mdlle. Rubaki y yo barajábamos desde hacía tiempo: un simple sms puede mantenerte anclada en el pasado. Me deshice del móvil y, simultáneamente, me hice con una brujita: una colega en miniatura en la que los padres de Lilith habían depositado su confianza para procurarme la felicidad. Y se desataron los acontecimientos.

El cambio de trabajo me sobreviene justo cuando había decidido cambiar de casa. Esta semana, se cumple la condena a la que sometí a una gran parte de mis efectos personales: 730 días en el trastero de Ariuca (gracias de veras por tu hospitalidad). ¡Cómo no!, esa cifra da título a una canción de Jorge Drexler a quién, por lo visto, se le paró el reloj de arena todos esos días, como a mí. Entre los objetos sentenciados, un símbolo a la resiliencia: el espejo roto que recogí en la calle y que conseguí reencarnar en agua de mar a base de trocitos de azulejo, arena y conchas. Tan pronto lo cuelgue en mi nueva habitación tendremos una imagen para ilustrar este post.

Mi nueva casa está justo enfrente de una carpintería de metal. El otro día, al salir del portal me percaté de que no se trata de un taller cualquiera y recordé de qué me sonaba el nombre de la calle. Allí me fabricaron los soportes para otro espejo, con marco de mosaico de azulejos, que regalé a mis padres para Reyes hace cuatro años. Yo acababa de volver de Salamanca, a dónde fui porque Caroline me puso el trabajo y la casa a huevo, para empezar una nueva vida que sólo me duró dos años. Es por si alguien tenía alguna duda de que para comprender al destino hay que tener buena memoria. Había estado en ese lugar, sólo una vez, y casi podemos decir que en una vida anterior. Otto estaría de acuerdo en que mi vida ha dado la vuelta varias veces, en ciclos de 730 días.

Las cosas cambian de repente, a veces para mal y, afortunadamente, otras veces, como ahora. Una mudanza meteórica me aleja de una plaza que es un castillo y de este barrio, que es un archipiélago en pleno centro de la península. Me alejo muy poco. Los que vivimos aquí somos conscientes del lujo de tener, en Madrid, una carretera que va a la playa. Y yo más que nadie.

Me asaltan canciones cargadas de interrogantes y una pregunta sin música: ¿cuántas veces se resucita a lo largo de una vida? Drexler: ¿cuánto tardarás en contestarme a eso?