29 marzo 2008

Combatiendo el olvido

Aquellos que formaron la Nueva Generación de Cantautores hoy son los veteranos del circuito, y aunque la mayor parte de la audiencia se ha incorporado más tarde, entre el público aún se reconocen caras de gente que desconozco desde hace más de 10 años.

Ariuca aún pudo disfrutar de Pedro Guerra en petit comité. Mi quinta llegó tarde a eso. Yo conocí a Ismael Serrano cuando ya estaba presentando el disco en el FNAC , pero aún le vería hacer alguna colaboración en La Redacción (calle Cervantes nº 7) que se convirtió rápidamente en un local de referencia para mí y para muchos de vosotros. Allí descubrí a Antonio de Pinto, de quién he envenenado recientemente a Mdlle. Rubaki, que me sigue los pasos a cinco años de distancia, porque espiritualmente nació en el 76. El cierre de La Redacción nos barrió a Libertad 8, al encuentro de Jorge Drexler que conseguía susurrarte al oído aunque estuvieras en la última mesa.

Probablemente fueramos menos de veinte personas en Galileo, la noche que Amaral presentó su primer disco, y eso que Rosita ya tenía hasta videoclip. Pero allí nos fuimos la Pitufa, Vanila y yo que habíamos comprado las entradas movidas por un acto de fe. Sólo teníamos la intuición de que podía gustarnos. Cuatro discos después y a la espera de escuchar la fumada que cerrará el siguiente, sigo creyendo en Amaral. Los temas de su segundo trabajo sonaron, por primera vez, en un concierto de Chaouen, esa noche mágica en que nos regaló la primicia de "Mi habitación en tus pupilas" en la sala Garibaldi (San Felipe Neri, 4). Un lugar donde no todas las sorpresas fueron agradables. Allí me enteré de que el violonchelista de la Oveja Negra, Oscar Grossi, había muerto en un accidente de tráfico viajando con la orquesta en la que tocaba. Yo había ido a un concierto de Legna que lógicamente se suspendió. Poco tiempo después, Garibaldi también desaparecería.

Para entonces ya conocíamos El Búho Real y a Bêbe que llenaba la sala una vez al mes aporreando la guitarra pero con una voz inconfundible. Y a Paco Bello (o Nauta o el Doctor Grillo) y este tema.

El sábado volví al Búho después de mucho tiempo. Con miedo. El miedo de que la Nada se extienda y absorba los sitios que forman parte de mi vida. Si dejas de ir, se mueren y desaparecen. Fue un alivio encontrarlo todo en su sitio. Es como estar en casa aunque no haya ni silla para sentarse. Una visita obligada al expositor de Postalfree para saquearlo antes de que empiece el concierto y coger el programa del mes siguiente para el corcho de la habitación. Ahora me resulta dificil reconocer algún nombre de la lista, pero no quise perderme la actuación de César Rodríguez. Sólo me acordaba del estribillo de una de sus canciones pero me dejó otra sonando en la cabeza. Pertenece a una generación de cantautores, que ya no es nueva, pero es la mía.

23 marzo 2008

Operación Martín. SOS.

A los hijos de los amigos se les quiere instintivamente, porque representan lo mejor de cada uno de sus padres.

(Cristalitos, esto es para tí pero es mejor que no lo leas)

No puedes llamarme para pedirme que te ceda los derechos del nombre de mi hijo y luego desecharlo. Sobre todo cuando fui capaz de resistirme al impulso egoísta de negarme (Martín forma parte de mis más profundas raíces sanabresas) y cedértelo más que encantada, emocionada. Pedirme ese favor era el mejor regalo que podías hacerme: la oportunidad de establecer el primer vínculo especial con vuestro niño, al que no puedo evitar querer porque es vuestro.

Despreciar Martín, deja de ser ofensivo y empieza a ser sangrante cuando la otra opción es un nombre, probablemente normal y corriente, puede que incluso bonito, pero por contraste insulso, insípido, aburrido, anodino, soso... Daniel. Parece que las otras opciones Tristán, Hugo, Lucas... indudablemente más dignas, van perdiendo fuerza. Por eso, haciendo uso de mi legítimo derecho de libertad de expresión aprovecho este foro, para pedir el voto no a favor de Martín sino en contra de Daniel. Lejos de querer imponerte el nombre de tu hijo, sólo pretendo evitar la catástrofe. Recuerda antes de maldecirme, que fuiste tú quién me dió vela en este bautizo. De cualquier forma, si el cibermundo está de acuerdo contigo asumiré mi derrota que no será tal, porque Martín será, ya lo es, su alias ladycañero. Si quieres contratacar, llamamos a Cuatro y le pedimos hora a Gabilondo para que nos modere, o te abres un blog ¡tú verás!

Dejando a un lado la visceralidad que se debe imprimir a cualquier campaña electoral que se precie, te diré algo. Llámale como quieras. Todo lo que hemos visto de él es la raya del test de embarazo que resultó ser de pega (ni siquiera una ecografía, ¡qué ya os vale!), pero le imagino con nítidez y puedo predecir que no dejará de sorprendernos gratamente. Sea cuál sea su nombre, para cualquiera resultará evidente que no hay una gota de insulsez, aburrimiento o sosería en su sangre, porque no la hay. Y tendré un vínculo especial con él. Algún día descubrirá a mi ratón debajo de un botón, aunque para ello tenga que conectarse a internet.

Ladycañeros del mundo: La posibilidad más inmediata de hacer que el nombre de mi hijo tenga una entidad biológica es que mi amiga se lo ponga al suyo. Si crees que Martín es el nombre que debe tener un niño genial, vota.

¡Aún estamos a tiempo!