05 enero 2011

Ersi-liando Madrid

“En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros según indiquen las relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar por en medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos.
Italo Calvino “Las Ciudades Invisibles”

Desde la ladera de un monte, acampados con sus enseres, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, y ellos no son nada.

Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas.

Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma.”




A veces, los habitantes de Ersilia intercambian objetos a través de los hilos prendiéndolos cuidadosamente con unas pinzas tan invisibles como su ciudad. Sólo ellos saben que para que el objeto logre recorrer kilómetros deslizándose por esas cuerdas imaginarias, es preciso que tanto quién lo envía como quién lo recibirá lo deseen intensamente. Al contrario de lo que cabría esperar, los hilos no se desgastan por este trasiego sino que se fortalecen cada vez más haciéndose prácticamente indestructibles. En los lugares más remotos, forasteros que alguna vez pasaron por Ersilia y presenciaron estos prodigios, tratan de reproducirlos al menos una vez al año y duermen a los niños con leyendas que versan sobre noches mágicas en las que todo es posible.