09 febrero 2009

En brazos de la marea

Mientras comía, miraba fijamente el tupper de mi compañera. Efectivamente, aquel recipiente compartimentado para separar el primero del segundo tenía más habitaciones que mi nueva casa. Está claro que aunque ganemos lo mismo, pertenecemos a estratos sociales diferentes. También está claro el aprecio que nos tenemos a pesar de eso. Una vez más, hubo que convertir la carencia en ventaja, un valor en alza dados los tiempos que corren, y desde ese día, cuando me preguntan cómo es mi habitación, dejo que conteste Ladycaña:

"Duermo en un espacio submarino sobre el que emerge una cama que es un velero. El balanceo del barco entre las olas es más perceptible con los ojos cerrados. Con ellos abiertos, estrellas o nubes surcan el cielo rumbo a su destino. Del techo descienden caracolas y campanillas oxidadas que tintinean al soplar la brisa prendidas en algas y redes de pescadores. Sobre la cómoda, valiosos tesoros piratas. Los peces proyectan destellos multicolores en una esfera lunar que todos creían desaparecida. Bajo su luz, serpientes de agua tratan de abrirse paso por la pared hacia la superficie. Un náufrago entona cada noche la canción que alimenta el sueño de las sirenas. Un lugar así no tiene puerta porque es de necios ponerle puertas al mar."

Vuelvo a estar rodeada de islas. Mi calle se pierde hacia la playa y mi casa que es pequeña, como mi tamaño y mis ingresos, resulta estar hecha a la medida de mi vida. Y poco importa que no esté orientada al sol, si está orientada a la luna.
Quizás el salitre complica lo de mi ADSL. Desde luego, si he podido actualizar hoy no ha sido gracias al servicio técnico de Orange ni al de Telefónica. Será que navegar, como casi todo, es más fácil si hay luna llena.