31 enero 2012

Avatares contra Platón

"Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos" Ensayo sobre la ceguera. José Saramago.

Soy más guapa que ella. Lo imaginario siempre es más perfecto. Fui la imagen de una colonia que comercializó Zara hace 10 años. De los cinco prototipos de chica Inditex de Don Amancio, fui la única a la que permitieron tener el pelo ondulado y despeinarse la coleta. Me consta que Gabuto no tardó en comunicarle hasta qué punto detesta los dibujos de Jordi Labanda, tan odiosamente perfectos. Por suerte para su amiga, Gabuto sabe de muchas de sus muchas imperfecciones. Según ella, me escogió porque tengo la inconfundible expresión de alguien que está tramando una misión. Bueno, sería por eso y porque yo soy más guapa.


Ya decía Platón que la idea, la esencia, el mundo inteligible, ése que es el único que existe realmente, es inalcanzable, y que la realidad no es más que un reflejo de todo eso. Esos reflejos de realidad nos gustan más o menos en la medida en que sentimos que se identifican con ese algo que no sabemos dónde está, ni cómo se llama, pero que es lo que realmente somos. Cada día se nos reflejan un sin fin de realidades. Muchas pasan tan lejos de esa parte nuestra que ni nos enteramos. Otras se nos oponen diametralmente, se quedan mirándonos de frente sin que podamos ignorarlas y aunque respetan la distancia, se burlan de nosotros, sacándonos la lengua, sacándonos de quicio. Algunas se nos acercan de puntillas. Van recorriendo muy despacio un camino que parecen conocer. Se dejan examinar con miedo a ser descartadas de un manotazo en cuanto nos disguste el color que adopta su luz en un determinado punto. Si las dejamos llegar hasta el final, acabarán acurrucándose al abrigo de lo que no sabemos dónde está, pero ellas sí, y será muy dificil que se muevan ya de ahí. Y muy rara vez, se nos cruza algo que nos enamora a primera vista. Con la precisión de un misil disparado vía satélite, se nos clava tan profundamente en la esencia que lo confundimos con nosotros mismos y creemos que nos pertenece. Si eras de los que confiaba en Platón, sientes unas ganas incontrolables de ir a ponerle una reclamación: "¡Oiga! Un misil acaba de impactar contra mi esencia inalcanzable ¿me lo explica?" Más tarde o más temprano, pero en cualquier caso antes de encontrar a Platón, te das cuenta de que si no fuera por el sin fin de cosas que toleras, te gustan, te disgustan, te estremecen, te exasperan, te obsesionan, te conmueven, te irritan, te enloquecen, te repugnan, te apasionan... no serías más que un avatar desinformado de cómo ser tú.