troyanos de Brasil y otros poderosos guerreros. Requetebasada en hechos reales)
Mi ordenador andaba bastante pachucho, los avisos insistentes sobre los millones de virus que lo asediaban habían pasado a gritarme desde el fondo del escritorio ¡¡¡¡SERIOUSLY INFECTED!!!. ¡Bueno... bueno..., ya será menos! Era viernes y Fienna llamó para proponerme un cine, pero acabé liándola para que viniera a exorcizar el aparato. Con sólo un vistazo, le diagnosticó un exceso de profilaxis y se dispuso a desinstalar cada uno de los ocho antispyware que en algún momento yo había instalado (instalar ocho inconscientemente no es tarea fácil), tratamiento al que el ordenador respondió tirándose un pedo del que no se pudo reiniciar y que dejó una extraña atmósfera en la habitación (un pedo siempre es un pedo).
Al regresar a casa la noche siguiente, tras inspeccionar minuciosamente el cielo en busca de la luna y no encontrarla, me sorprendió la presencia de un troyano en mi cuarto, que parecía ser la materialización de las particulas que el ordenador había expulsado tan irreverentemente. "Da uma olhada nas fotos dessa festa muito legal..." me dijo. A algunos os sonará esta frase, es la que aparecía en el messenger como si yo la hubiera escrito. Mis conocimientos del brasileiro se limitan a lo que logro retener de los maestros sambistas y ponerme a ver fotos a esas horas no me apetecía mucho, así que le contesté cantando: "Vem me amar, me chamar ...Vem me pegar me levar... A uma festa a dois... " Y claro, ante aquel despliegue de artillería pesada, cayó rendido en mis brazos. El idilio fue tan fugaz como virtual, vamos que cuando me desperté ya no estaba. Me sentía como la Candela de "Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios": Seguro que este troyano es un terrorista chiíta fan de Antonio de Pinto que ha venido a raptar a Selene".
Seguí buscando la luna cada noche sin resultado. Tal vez estuviera oculta por las nubes o la contaminación. A veces, veía iluminarse una zona y me acercaba, giraba la esquina, subía una escalera, pero nada. Tenía la sensación de que no era que no la viera, sino que no estaba. Volvía a ser viernes y había quedado con Caroline en el Café de los Signos para que me diera la invitación de su boda. Había un Cuentacuentos, Los Cuentos de la Luna (¿casualidad?). La narradora se movía de un lado a otro contando historias, parecía saberlo todo sobre el satélite perdido. Pero ninguno de sus cuentos desvelaba el misterio de adónde iba la luna cuando no estaba en el cielo.
El viernes siguiente, en la cena con las lineamadrileñas de San Blas el azar quiso que me encontrara al troyano. Había sentido la llamada de la farándula y se había puesto a currar de Dios del Olimpo en la Taberna Griega de la calle Tesoro. Al principio me costó reconocerle entre tanta pluma (y me dí cuenta de que lo de la otra noche sólo había podido ser un sueño), pero en cuanto abrió la boca identifiqué ese acento de Salvador de Bahía. Fijate, ¡allí había ido a parar mi troyano, haciendo de camarero-showman-pseudostriper para las lineamadrileñas de San Blas" (¡qué bochorno!). Por lo menos descubrí que aunque de inocente no tenía un pelo, no había secuestrado ningún astro.
Y de la luna, ni rastro. Recuerdo haberos preguntado a algunos si la habíais visto, y haber recibido respuestas difusas. Una vez más, el destino me ofrecía una posibilidad de ir a Cádiz el siguiente fin de semana, y me costaba decidirme: Cristalitos se negaba a acompañarme, 8 horas de autobús, el viernes concierto que no quería perderme del todo, bla bla bla. Finalmente me acerqué a la Estación Sur de Autobuses esperando encontrar algo que me ayudara a decidirme. "Queda una plaza". Dios, que señal más buena...¡gracias!. Salí del metro con una sonrisa, contenta de identificar las señales aunque no supiera adónde me llevaban ni lo que significaban. Y de pronto, sentí el poder mental del que Fienna siempre habla. Alguien me sonreía, desde el cielo. ¡LA LUNA! ¡Por fín! Esa forma, que siempre me parece una uña entonces me pareció claramente una sonrisa. Volver a ver la luna era una señal inmejorable y no sería la última:
Me voy al concierto y vaticino que la parte decisiva será hasta las once y diez (me quedé corta en 5 o 6 minutos). Con la satisfacción de haber escuchado lo fundamental, Chaouen me suelta en el momento justo para no perder el autobus ni aburrirme esperando en la estación pensando qué canción me estaré perdiendo. Ya en mi asiento, escucho como mi compañero de viaje le dice a un amigo "Ogni cosa al suo tempo" (y pienso ¡qué razón tienes!, o como diría la Rubaki "¡qué sabio eres!"). Se queda dormido y habla en sueños, y en dialecto, porque no volví a entender niente. Probablemente, me esté dando la clave de tanto misterio, pero harta de no poder descifrar su verborrea me conecto al mp3. No viajo sola, hay una sonrisa generosa en el cristal de la ventana. Va bajando, y al final desaparece, pero esta vez, estoy segura de que está cada vez más cerca aunque no pueda verla ya. Cuando me bajo del autobús, en Cádiz, me encuentro con un recibimiento escalofriante: ¡No lo puedo creer...!
Hoy se cierra el círculo: termina el mes de los 28 días, la luna completará su ciclo igual que mis hormonas han completado el suyo y justo hoy, un "poderoso guerrero", que trabaja de policía municipal en la vida real, tiene que presentar un registro y viene a mi junta. Le dan un número que salta en mi puesto. Me pide el teléfono, no se lo doy y vuelve para darme el suyo que sólo deberé marcar para poner una denuncia o cenar con él. La contraseña: "Dí que eres la princesa". "No, soy una bruja..." (pero ya se ha marchado). Hay más magia alrededor de la que puedo asimilar, pero que no falte nunca.
P.D: Si descubro que el poderoso guerrero es amigo de algún/a ladycañero/a bromista, mataré al que me lo haya mandado.