Markku Jokinen
Presidente de la WFD
Quince horas de pie en la T4, innumerables carreras por pasillos interminables y resbaladizos, algún que otro pelotazo, varios tirones de pelo y un moratón en el muslo a consecuencia del roce con los peques de la guardería, caer rendida en la cama y seguir viendo acreditaciones desfilando ante mis ojos (controlar los accesos al congreso produce los mismos efectos secundarios que el Tetris), un mareo impresionante como resultado de una inflada masiva de globos a pulmón seguida de una hora en el interior de un castillo hinchable con un puñado de diablillos, un coreano muy cabreado, madrugar en vacaciones, la sospecha de que los únicos en el mundo que hablan en internacional son el presidente de la Federación Mundial de Sordos y sus intérpretes...
Pero también, un mar de camisetas azules con las manos al viento en el metro de Campo de las Naciones, el reencuentro con el genio que se me apareció al frotar unos pendientes en Mojácar (parece ser que a él, cuando está en apuros en Madrid se le aparece una bruja), la libertad de poder preguntar su procedencia al primer sordo que te encuentres, como resultado de tanto roce en la guardería mucho mucho cariño (nunca me acostumbraré a ver signar a los niños), volver a trabajar codo con codo con mis compañeros de la fede (os quiero), que el destino te saque de la guardería y te coloque en la Sala 3 para que te encargues de que a Harlan Lane no le falte agua (¡¡¡qué fuerte!!!), los sms que recibí de los que os los encontrásteis en la línea 8, en Tribunal e incluso en el barrio, un rapero sordo, el teatro entre bambalinas (la magia del polvo revoloteando en el aire cuando se encienden los focos en la oscuridad), decenas de sordos en Vázquez de Mella y Huertas cada noche, la interpretación como un engranaje (de LSE a español, de español a inglés, de inglés a SSI), Fernández de la Vega dirigiéndose en lengua de signos a un auditorio de 1800 personas, el agradecimiento de los sordos, en manos de sus representantes, a todos los oyentes que hacen el esfuerzo de acercarse a su mundo y a su cultura, Madrid convertida en la capital del silencio...
...y la oportunidad de comprobar a cada paso el poder de los signos haciendo visibles a los invisibles. Ya era hora de que a estas motas de polvo les alumbraran los focos.