Los únicos días que merecen la pena de las navidades, son el 22 de diciembre y el 6 enero. Sería genial dormirse después del sorteo de la lotería y despertar para ver la cabalgata. Nochebuena y Nochevieja. Esas dos noches especiales con cenas especiales. Tienes que cenar sopa, aunque no te apetezca o aunque nunca cenes sopa, seguida de no sé cuántas otras cosas especiales más. Especial, en el contexto navideño, tiene un significado muy concreto: CARO. Si es una noche especial ¿por qué no puedo cenar huevos fritos con patatas que es lo que a mí me gusta? No son lo bastante especiales. ¿Y el 25? Probablemente, uno de los días más aburridos del año. Porque el 1 de enero, todavía puedes entretenerte planificando tus nuevos propósitos para el 2008 pero ¿qué se supone que puedes hacer el 25 de diciembre? Pues eso, aburrirte.Pero la Navidad tiene dos días mágicos y el secreto que subyace a esa magia está en la empatía. La R.A.E. lo define como la "identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro" . Ésa es la culpable de que el día de la lotería se nos salten las lágrimas tan sólo con oír a los niños cantar los premios. Ya estamos anticipando los gritos, lágrimas, brindis y abrazos que veremos, pocas horas más tarde, en el telediario de las tres. Imágenes ante las que contendremos la emoción de nuevo. Casi se nos olvida que este año tampoco nos ha tocado a nosotros.
La misma empatía, es la que ponemos a trabajar para elegir los regalos de Reyes. Y ella a nosotros, obligándonos a meternos en la piel de la persona a la que van dirigidos. "Esto le gusta, esto no le gusta..." un ejercicio que deja exhaustas a nuestras neuronas espejo. Por eso, aunque hayamos dejado de escribir la carta a los Reyes, de dejarles turrón y de poner los zapatos, seguimos sin poder dormir el 5 de enero. Ya no se trata de imaginar cómo serán nuestros regalos sino la cara de los demás cuando abran los suyos.
Cuando un niño descubre la verdad sobre los Reyes Magos, pierde la posibilidad de creer en esa magia pero gana la capacidad de producirla. Éso si que es mágico.
¡Felices Fiestas!