06 marzo 2011

And the Oscar goes to

"¡Óscar! O vienes la próxima semana o llamo a otro."

Esas fueron las palabras mágicas que consiguieron que después de seis meses dándome largas, el fontanero se dignara a venir, por fin, a mi casa. Y eligió el 28 de febrero (San Poderoso Guerrero) que es el día del año que prefieren las cosas insólitas para sucederme.

Yo ya le conocía pero no había caído, hasta que el otro día le encontré intentando recuperar el aliento en el umbral de mi puerta, en que se trata de la versión fontanero de mi amigo Niebla. Tal vez físicamente sólo coincidan en la estatura, o tal vez se den un aire, pero el caso es que incluso antes de que pronunciara el primer ejjjque, ya había detectado en él esa extraña forma de ser macarra y entrañable a la vez, una rareza de la que pensaba que Jorge y Pilus tenían la exclusividad. Si Mdlle. Rubaki está leyendo esto estará pensando "ya estamos tratando al fontanero como si fuera familia". Pues sí, Rubaki, ya estamos.
"Esto va a ser más complicado de lo que parece"

Todo el mundo sabe que ése y "¿quién te ha hecho esta chapuza?" son los mantras que cualquier ñapas colegiado debe pronunciar en voz alta antes de empezar a trabajar. Pero lo cierto es que esa frase confirmaba mis sospechas: "lo complicado de poner el lavabo nuevo va a ser quitar el antiguo" (siempre me pareció que estaba allí desde antes de que construyeran la casa). Óscar no es muy dado a largos parlamentos:

"Escucha"

Toc toc. Se podía oír un eco resonando en el vacío que ocultaban tras de sí los azulejos.

"Mira"

Él tirando del lavabo, el lavabo sin inmutarse y yo pensando cómo se las apañaría con una clienta sordociega... Y como seguía callada y con cara de circunstancias, no tuvo más remedio que resolver la ecuación:

"Como tire de verdad, me llevo todos esos azulejos"

En esas ocasiones, hay que contestar como si tuvieras una cornada con dos trayectorias:

"Abre lo que tengas que abrir. Lo dejo en tus manos"

Pero mi seguridad se resquebrajó con la misma facilidad que los azulejos y se convirtió en pánico cuando vi los ladrillos rojos asomándose a saludarnos. Estuve allí paralizada viéndole las entrañas a mi cuarto de baño hasta que un grito me despertó:

"¿Pero es que no tienes montado el mueble?"

¿¿¿Que el mueble tengo que montarlo yo??? Sabía perfectamente que Óscar se estaba aprovechando de su parecido con Niebla para escaquearse de parte del trato, pero me pareció justo siempre y cuando me recompusiera el baño sin que me costara una fortuna.

"¿Tienes azulejos?"

"Fliparías" pensé. Pero dije "Como éstos no".

"Pues tengo que ir a buscar unos. Y tenemos un problema. La máquina de cortar azulejos la tengo en la obra y ahí si que no me da tiempo a ir hoy".

Era mi momento: "Yo tengo una".

"Jajajajaja,... ¡Pero cómo vas a tener tú una máquina de cortar azulejos!".

El tú ese me dolió mucho. "Ni que fuera una hormigonera..." pensé. Ahora tendría que describiros la cara que puso cuando me vió salir de la terraza con mi juguete en los brazos, si esa expresión fuera descriptible.

"¿Dónde has comprado esto?"

"No sé, me la regalaron para mi cumpleaños"

La cara de Óscar terminó de indescribirse del todo. Se puso de rodillas y empezó a manipular la máquina.

"¿Y el diamante?"

Yo sólo la había usado con esos azulejos que imitan el gresite para separar los trozos a presión, no para cortar. Así que nos faltaba lo fundamental.

"Bueno, pues bajo y te compro un diamante"

Vale que un diamante de ésos no cuesta más de 10 euros y que me lo estaba diciendo como el que se va a comprar cuarto y mitad de jamón york y que el espejismo que tenía en construcción en el salón me devolvía una imagen nada favorecedora de la retaguardia de mi príncipe y que el único interés que tenía en Óscar era que me reconstruyera la pared y él en mí que montara el mueble ("¿Cómo lo llevas, figura?" "Bien, ya he puesto las puertas ahora sólo tengo que conseguir que se cierren sin chocar una con otra") pero no tenía ninguna duda de que no había situación más cómica para escuchar semejante frase en peligro de extinción de boca de un hombre arrodillado. Así que cuando terminamos nuestras respectivas labores y Óscar se ofreció a enseñarme a cortar azulejos y lo que se cortó fue el dedo, lo menos que podía hacer era curarle la herida y agradecerle que no quisiera cobrarme el único diamante que me interesa tener.

Mis 28 de febrero están ahí para demostrar que si la vida no es como en los cuentos es porque no los escribió Almodóvar.

5 comentarios:

Javier Paniagua dijo...

Quizá Almodóvar se nutre de anónimas blogueras como tú...

La parte de:
"¿Tienes azulejos?"
"Fliparías"pensé

SUBLIME. Gracias por el relato ;-)

Javier Paniagua dijo...

(Por cierto, soy Javi, de Alcobendas)

Ladycaña dijo...

L-A-D-Y-C-A-Ñ-E-R-O

G-A-T-O-F-L-A-U-T-A

...mmm ¡eres un chico 10!

G-R-A-C-I-A-S-A-T-I

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Pese a que al principio me esperaba otra cosa, el resultado ha sido mucho mejor aun. Muy grande. Con tu permiso me declaro ladycañero...