18 diciembre 2013

¿De día o de noche?

"Anoche soñé contigo. De pronto me di cuenta de que llevabas puesto un polo y supe que era un sueño" mi hermana Ariuca. O en subtítulos de Mr. Cobb: "Los sueños parecen reales cuando estamos en ellos. Sólo al despertar nos damos cuenta de que había algo extraño".

La última vez que me desperté en un estado de desorientación total, estaba boca abajo sobre la cama con la camiseta no se sabe si a medias de poner o de quitar, si preparándome para ir al trabajo o celebrando que acababa de llegar a casa. En ese estado, una puede tardar mucho más en resolver sus coordenadas espaciotemporales que en incorporarse, por lo que empezará a deambular sin rumbo por la casa con una manga colgandera, buscando un reloj que conteste la pregunta que va rebotando de lóbulo a lóbulo del cerebro: ¿de día o de noche? ¿de día o de noche?... El reloj decía que eran las 7, pero ni eso, ni la cantidad de luz procedente de la ventana, permitían despejar la incógnita: ¡¡¡¿¿¿de día o de noche????!!!

He empezado a plantearme si esa pregunta no ocultará otra con más enjundia: ¿sueño o realidad? No es una dicotomía. Más bien un continuo impregnado de una cantidad creciente de conciencia, por el que atraviesa un cable enclenque sobre el que vamos haciendo equilibrismos. Sentémonos sólo un segundo, una vez más, en clase de Psicología de la Cognición: "El trabajo de la conciencia es etiquetar: los recuerdos como recuerdos, las percepciones como percepciones, las fantasías como fantasías... Un mal etiquetado de las cogniciones es la mejor definición que puedo daros de locura" el maestro, Ángel Rivière ¿No es genial cuando una  palabra parece estar gritándote su significado como si hasta entonces lo hubiera llevado oculto como un secreto? La capacidad para mantener el equilibrio sobre esa cuerda que separa la realidad y la ficción se llama, lógicamente, cordura.

Con el tiempo, y de una forma muy marcada en los últimos meses, se me ha tensado tanto la cuerda que temo que se rompa definitivamente. ¿Qué pasa si los sueños son cada vez más lúcidos y la realidad cada vez más confusa? ¿Si mientras voy al trabajo por la mañana recuerdo con precisión los colores de un espejismo en el que no estoy trabajando, que me hice un corte chungo que ya no tengo y que fui a urgencias? ¿Si recuerdo la cara de la señora que estaba a mi lado en una sala de espera que no he pisado jamás y la voz de un médico que nunca me ha atendido? ¿Y si me acuerdo de que sólo un segundo después, yo formaba parte de un jurado en un certamen de fotografía? Mientras empujo la puerta de salida del metro, que por cierto deben de estar hechas de titanio, recuerdo cómo era la foto que iba a votar... ¡recuerdo con detalle una foto que no existe! ¡Maldita memoria para los detalles! Si recuerdo haber hecho todo eso anoche ¿cómo no voy a estar ya cansada antes de las nueve de la mañana? ¿Qué diferencia hay entre vivir una experiencia y soñarla con todo lujo de detalles? La realidad tampoco ayuda, no sé ni por dónde empezar: peluches carentes de artilugios mecánicos que saltan por propia iniciativa (dos veces); ¿quién es la mejor? ¡pues está despedida!; cucharas con sombra de tenedor; que el suelo hable; participar en un rodaje inspirado en una pesadilla basada en tus hechos reales (teleoperadores con la soga al cuello... sí...me suena...); tener calor en invierno y frío en verano; tiempos de exposición que hacen desaparecer personas o dibujan la trayectoria de una estrella aparentemente inmóvil; planchas que te dejan el pelo lacio ¡lacio! ¿mi pelo?; luces atrapadas en espejos que se proyectan al infinito; clases de catalán castizo en un antiguo hospital rehabilitado en el corazón de Chamberí con compañeras octogenarias que te parlan in english y que de pequeñas se vacunaban allí; que la página web de la Agencia Estatal de Meteorología pronostique pleno sol a medianoche; etcétera, etcétera, etcétera. Si cuando escuchas el mar casi siempre se trata de la retransmisión de una caracola... ¿no es más real ese mar para ti que en el que te bañas tan de vez en cuando?... En definitiva, ¿cuál es tu realidad y cuáles tus sueños?

Pensé que antes de que la confusión se apoderara de mi mente por completo, debía encontrar una señal que me ayudara a contestar esa pregunta, algo que me hiciera la función de esa pequeña peonza metálica de Cobb. Debía ser algo que pudiera tener disponible nada más abrir los ojos, que fuera siempre visible desde mi cama... Y lo encontré: ¡la luz verde parpadeante de la Torre Espacio! Esa noche me acosté tranquila, como el que se acuesta con un as en la manga del pijama. Soñé que había salido a correr y al volver a casa, me abría una mujer vestida de época. Parecía una criada. Yo tampoco era yo exactamente, tendría unos diez años. Aún soñando, era consciente de que todo aquello era una versión de otro sueño que tuve de pequeña en el que me iba a patinar y al regresar, en mi casa vivía otra familia. La criada volvía a cerrar mi puerta y yo me iba a la calle muy alterada pensando que la culpa era mía por correr dando vueltas al Parque Norte en sentido contrario a las agujas del reloj. "¿A quién se le ocurre correr hacia atrás? A ver cómo salgo ahora del pasado..." Luego me paraba delante de un semáforo en verde y esperaba mucho rato hasta que la luz empezaba a ponerse intermitente. Una luz verde intermitente... "Será que voy a despertarme y noto el reflejo de la luz". La luz de una torre que es una brújula, un faro para volver a la realidad. Entonces me desperté y busqué la Torre Espacio. Pero no estaba. Porque los que tenemos buena memoria para los detalles solemos olvidarnos de lo fundamental, y es que muchas noches, a esa hora confusa en que no sabes si es muy tarde o muy temprano, si es de día o es de noche, no existen las Cuatro Torres, ni la luz verde parpadeando. Sólo la confusión y la niebla.

3 comentarios:

Un gatoflauta dijo...

Uff, este es un tema que se ha tratado muchas veces, y nunca se ha resuelto, creo. Filósofos muy antiguos discutieron sobre ello, escépticos de postín (¡cómo me ponen!) admiten que no se puede definir una línea clara que separe esos dos estados de conciencia, y hasta el gurú de la sabiduría de nuestros días "en castellano y en catalá" (¿este te pone a ti?), el Punset, le dedicó uno de sus programas al asunto.
Por cierto, hay algo muy místico en que te agarres a esa famosa luz verde para saber que no estás soñando y/o desbarrando... Esa luz que señala el lugar donde se encuentra una capilla cristiana. Alguien podría considerarlo como una señal (yo no seré ese alguien, ¡por supuesto!).

Por otro lado, leo "Rivière" y veo "Chema Madoz", y aquí el que desbarra soy yo... Un científico con una enorme sensibilidad y un artista hipersensible que usa -casi- el método científico en su trabajo (te recomiendo muy mucho un documental que hay sobre él y con él en la web de rtve, te gustará). En cierto modo ambos podrían ser complementarios.

En fin, que empiezo a desvariar..... me voy a la cama, a ver si me despierto.

Ladycaña dijo...

:D
Visto el documental de Madoz muy recientemente. Lo de la capilla de la Torre Espacio, lo sabía, aunque creo que oírselo a mi padre y aún tenía la esperanza de que se tratara de alguna de las leyendas urbanas de taxista ;D Y el programa de Punset, a ver si lo localizo en catalá aunque sea sin subtítulos.

Para serte sincera, yo creo que la culpa de todo la tienen Love of Lesbian. Llevo más de un año atrapada no sé si en La Noche Eterna o en Los días no vividos. Anda coño, lo mismo si me vuelvo majara del todo, puedo echarte a ti la culpa XD

Javier Paniagua dijo...

La culpa será en todo caso de John Boy, o más bien de sus fans (cómo sois)....
:-))

Qué grande eres, Lady.

P.D.: Después de ver el documental de Madoz, ¿no te enamoraste perdidamente de él? ¡yo casi!