
Todo esto viene a que hace poco he descubierto una nueva estirpe de ángeles, que habita en los entornos laborales. Los ángeles sindicalistas.
Los lineamadrileños tenemos uno, a pesar de que la empresa haga lo posible por destituirle. Te viene a ver al trabajo, te acompaña a tomar un café, escucha atentamente todo lo que le cuentas y se lo apunta en su cuadernito para que no se le olvide nada. Vigila que no te tomen el pelo con las nóminas (algo que me ha hecho siempre tanta falta...) y que no respiras gases altamente tóxicos en tu puesto de trabajo. ¿Acaso no es un auténtico ángel de la guarda? Ya sé que no todos los delegados sindicales son así, y que para muchos la principal motivación es escaquearse del curro durante horas, pero el nuestro tal vez haya encontrado en el sindicalismo su verdadera vocación. Así que se queda en el comité de empresa un viernes por la tarde, aunque la Marquesa de Polvoranca y yo nos lo queramos llevar a una exposición de Klimt, porque el deber le llamó antes que nosotras. ¿O será que ahora que es un representante de la lucha obrera, no quiere dejarse ver en compañía de la aristocracia?
Supongo que cuando tus padres te bautizan con el nombre de un arcángel, ya te están predisponiendo para semejantes menesteres. De cualquier forma hay que tener valor para proclamarte defensor de tus compañeros a pecho descubierto, sobre todo cuando en tu contrato casi se puede leer "la empresa tiene derecho a putearte cómo, cuándo y cuánto quiera". Así que, aunque en comparación esto sea insignificante, por lo que a mí me toca, y por lo que representa para todos/as
¡GRACIAS!