La subdirectora se alegra mucho de verte hasta que le dices lo que cobras y se le empiezan a abrir los ojos como platos. Y piensa tan fuerte, que puedes oírla ("Otra mileurista") y te dice que no puede ser. Tú ya ibas preparada para esto:
- Perdona, pero es que tengo aquí domiciliada la nómina. Sabéis lo que cobro mejor que yo, si no va a poder ser ¿por qué (c***) me mandáis la carta?
- Perdona, pero es que tengo aquí domiciliada la nómina. Sabéis lo que cobro mejor que yo, si no va a poder ser ¿por qué (c***) me mandáis la carta?
- Es que no miramos la nómina.
- Pues a mí esto no me lo hagáis - le dices tú muy digna - que estoy muy sensible con este tema.
Y entonces ella piensa ("Además de mileurista, sensiblera") otra vez tan fuerte que se la oye perfectamente. Vé el campo abierto por el terreno de lo personal y se te tira directa al talón de Aquiles:
- Además, ¡y yo qué sé si tienes un novio con un sueldazo...!
- ¡Me cago en... ! (Tranquila, respira, no la ahogues que aquí hay cámaras de seguridad...)
Ahí te ha machacado la bruja esa, no sabes qué hechizo ha empleado que empiezas a hacerte pequeñita, pequeñita... Debe estar relacionado con su tinte, porque tu tamaño es inversamente proporcional al número de mechas que lleva ella, y son tantas que para bajarte de la silla casi tienes que hacer un triple salto mortal. Te vas tirando de tu enorme bolso con todas tus fuerzas hasta la puerta y logras escapar aprovechando la entrada de una señora que casi te pisa.
Afortunadamente, tú también eres bruja (aunque de otra clase) y conoces el conjuro que te devolverá a tu tamaño original: actividades culturales gratuitas. Siempre hay algún amigo que después de aguantar estoicamente tu cabreo te ayuda a mantener el equilibrio sobre un bolardo para ver esa danza callejera tan conceptual de la Noche de los Teatros. Y así, por arte de magia, has pasado a ser la más alta de la plaza de Chueca.
Ahí te ha machacado la bruja esa, no sabes qué hechizo ha empleado que empiezas a hacerte pequeñita, pequeñita... Debe estar relacionado con su tinte, porque tu tamaño es inversamente proporcional al número de mechas que lleva ella, y son tantas que para bajarte de la silla casi tienes que hacer un triple salto mortal. Te vas tirando de tu enorme bolso con todas tus fuerzas hasta la puerta y logras escapar aprovechando la entrada de una señora que casi te pisa.
Afortunadamente, tú también eres bruja (aunque de otra clase) y conoces el conjuro que te devolverá a tu tamaño original: actividades culturales gratuitas. Siempre hay algún amigo que después de aguantar estoicamente tu cabreo te ayuda a mantener el equilibrio sobre un bolardo para ver esa danza callejera tan conceptual de la Noche de los Teatros. Y así, por arte de magia, has pasado a ser la más alta de la plaza de Chueca.
Pero al bajarte del bolardo, crees que aún te faltan unos centímetros y le pides a tu amigo que te cuele al día siguiente en el concierto de Lole Montoya (¡qué arte!). Estando allí te encuentras al profe culé del instituto que cuando ganaba su equipo daba la clase con la bufanda del Barça puesta y sentado estilo indio sobre la mesa. Él también está intentando recuperar su estatura, hace una eternidad que no le ves, así que os dais un abrazo de cuando de verdad te alegras de ver a alguien, sabe igual que tú que ésos ayudan a crecer. Alguno más te han dado últimamente, así que lo mismo has pegado un estirón.
Y hazte la coleta bien arriba que pareces más alta. No hay que estudiar psicología para saber que la autoestima y la altura de la coleta correlacionan directamente. Has recuperado tu tamaño, a pesar de la lluvia que también encoge.
De todas formas, tendrás que pedirle a una bruja de mechas su fórmula mágica. Ya que no puedes comprarte un piso de tu tamaño, siempre podrás hacerte del tamaño de tu piso.
De todas formas, tendrás que pedirle a una bruja de mechas su fórmula mágica. Ya que no puedes comprarte un piso de tu tamaño, siempre podrás hacerte del tamaño de tu piso.